12 abr 2012

ukelele


Me paro en el semáforo y miro a mi alrededor. Miro como siempre a todos los que me rodean. De repente, a mi izquierda, un poco más atrás que yo, veo una chica que estaba conmigo en el colegio. La típica chica que denominaríamos rara, extraña o asocial. Y así sigue, con pintas de rara, extrañas o de asocial.

Doy unos pasos para atrás con mi característico disimulo que creo que poseo pero que en realidad no es nada disimulado. La observo, la miro, la recuerdo en el colegio, en el patio, en el recreo, sin amigos. Echo la mirada hacia la acera de enfrente, quizás para mirar cuánto le queda al semáforo o quizás, simplemente, para disimular. Veo a una chica que no conozco de nada. Lleva la típica camiseta que encuentras en el pull, el zara o el lefties y que le ves a cualquier chica de entre quince y treinta años. Ríe de una manera que alegra. Charla con la madre. Se la ve contenta. Y pienso. Y comparo. Vuelvo a mirar a la izquierda. A la rara, extraña o asocial de mi colegio. La veo con esos vaqueros y ese chaleco. Con una media sonrisa. En su mundo. La veo y no puedo más que comparar a una con la otra.

El semáforo por fin se pone en verde. En estos momentos en los que ando sin prisas, sin un fin, no me molestan los semáforos en rojo que duran una vida, ni los coches que van a veinte por hora, ni siquiera las mujeres mayores que invaden la acera y cuesta adelantar. Comienzo a caminar lentamente dejando que me adelante. Y comienzo a caminar detrás suya. De repente una cara conocida. Titubeo entre llamarlo o no pero al final me sale su nombre de una manera efusiva, notándose la alegría de ver a una persona a la que apreciabas después de tantos años. Nos saludamos, me pregunta, le cuento, nos despedimos. No me ha llevado ni un minuto pero me voy contenta. Al fin y al cabo, es la persona que me enseñó a nadar cuando era una enana.

Doblo la esquina y con la mirada busco a la rara, extraña o asocial. Se me ha adelantado bastante así que acelero el ritmo y me coloco a unos tres metros por detrás de ella. Mientras la sigo observo su caminar destartalado, su pelo despeinado, su apariencia de estar en su mundo. Y mientras la observo pienso en la balanza en la que se equilibra la manía de la sociedad de etiquetar a la gente con la necesidad de pertenencia que nos envenena. Y ella sigue caminando ajena a todo lo que pasa por mi cabeza, por la cabeza de alguien que no para de observarla. Y así continuamos ambas un par de manzanas más hasta que dobla la esquina, casualmente la esquina del colegio, y la dobla de una manera tan peculiar como correcta. De una manera que no la doblaría alguien con prisas, alguien que no va disfrutando de un paseo.

Durante unos metros más seguiré pensando en esta sociedad. En la gente que se piensa especial pero no son más que una simple copia de alguien que vino antes. En ir de algo cuando no se es nada. En las modas que van y vienen. En el querer gustar, en el querer ser aceptados. En la manía de juzgar lo raro, lo extraño o lo asocial cuando, realmente, los que juzgamos somos lo que queremos ser como ellos: raros, extraños, especiales.

Y así continuaré un poco más mientras iba en busca de mi ukelele..

tácticas de ligue vol. 1

Ayer hablaba con una amiga de la intensidad de la táctica de ligue teniendo en cuenta el grado de enfado que tendría una novia tras ese acto, es decir, para explicarme mejor y poniendo como ejemplo una táctica de ligue tan simple como un mensaje en el muro de tu red social de una amiga, colega o conocida con una cara sonriente y, puntualizo, SOLO una cara sonriente. Eso, queridos fans, es una táctica de ligue tan antigua como lo son los sms y conllevaría un enfado de 8 sobre 10 de tu novia sin ni siquiera ella saber el porqué de esa cara.
Si a la susodicha que escribe la cara sonriente en cuestión no la conoce tu novia, da igual que sea la amiga de tu prima que tiene 12 años que te has encontrado por la calle y la pobre pues es muy chica y ha querido ser simpática y te pone la cara sonriente. Da igual. Tu novia pensará que es aquella tía que saludaste en la discoteca y de la que no sabe nada. Aquella tía que saludaste y te miró con cara de lasciva cuando, lo realmente cierto, es que la que tenía cara de lasciva eras tú. Aquella que le dijiste a tu novia: una colega que hace años que no veía.. cuando, lo realmente cierto, es que habláis casi a diario por el chat del feibu.
Pero aún hay algo mucho peor. Si la que te pone la cara sonriente es amiga tuya, pero no de tu novia, su mente retorcida de mujer y de bollera hará que piense que esa amiga tuya solo, y recalco, SOLO quiere follarte. Qué tontería, le dices, cuando lo realmente cierto es que el día que lo dejes con tu novia lo primero que vas a hacer será follarte a esa amiga tuya. Después culparemos al alcohol o lo definiremos como una tensión sexual no resuelta mientras todas tus amigas te dirán aquello de: sabía que pasaría..
Existen muchas, muchísimas, tácticas de ligue pero ésta, la cara sonriente, es tan simple y sutil que me encanta. Yo nunca la he usado. No os miento. Pero es que no me pegaría nada mandarle a alguien una cara sonriente, ni vía feibu ni vía sms ni vía nada. No se lo creerían. Pero, para qué negarlo, me encantan que la usen conmigo.
Porque sí, mis amados y queridos fans. Una cara sonriente solo, y vuelvo a enfatizar, SOLO significa una cosa: tonteo. Y yo amo los tonteos..

9 abr 2012

de vuelta


Irreversibilidad. Nada es irreversible excepto la muerte (y un cáncer no pillado a tiempo pero esto, joda o no, acabará en muerte, con lo cual volvemos al principio). No hay decisión que no podamos subsanar, quizás unos años después, quizás con amigos de menos, o de más, pero, al fin y al cabo, podemos volver a donde estábamos.

No he tenido miedo en estos dos últimos años de tomar ninguna decisión. Ni importante ni superflua. Daba igual, tomaba la decisión pensando un poco pero no demasiado. Antes podía pensar sobre algo absurdo durante horas, días y semanas. Pensaba qué pasaría y si.. pensaba cómo afectaría a otras personas la decisión que yo iba a tomar.. pensaba el cambio drástico que ocurriría en mi vida al tomar dicha decisión (repito: todo este ritual incluso para lo más banal del mundo). Pero de dos años para acá todo me da casi que igual: ¿Irme a Ecuador en verano? ¿Por qué no? ¿Decirle a esta que me mola? ¿Por qué no? ¿Pasar tres kilos de amigos de siempre que no me llenan? ¿Por qué no? ¿Irme un año a aLemania? ¿Por qué no? ¿Tirarme a esta? ¿Por qué no? ¿Y a la otra? ¿Por qué no? Decisiones todas estas que se engloban, dentro de mi pirámide de decisiones, en las de nivel alto o medio-alto. Decisiones que hace dos años me hubieran hecho comerme la cabeza a mí y comérsela a micristi.

Ahora, directamente, hago las cosas y a ver qué pasa. Hago las cosas y después le comento a micristi. Hago las cosas y no siento nada. No siento si he decidido bien o he decidido mal. No siento miedo de qué va a pasar o qué dejará de pasar. Siempre defendí el no quedarte nunca con un y si.. los y si.. son peligrosos. Debes arrepentirte siempre de lo que has hecho, nunca de lo que dejaste de hacer. Por eso creo que no siento nada porque, inconscientemente, estoy jugando al juego de no decir no, de hacer todo lo que se me ponga por delante, de no dejar ningún plan de lado por pereza, apatía o vagancia. Hacerlo, haced cualquier cosa que me propongan y que me aporte más que el no hacerlo. Desde los planes más sencillos, que no requieren de mucho dinero ni de mucho tiempo (¿Ir a cenar a Huelva sin avisar? ¿Por qué no? ¿Ir a Algeciras al cumpleaños de un amigo? ¿Por qué no? ¿Tomar una cerve con gente que no conozco en una terrazita molona de la alameda? ¿Por qué no?) hasta planes o decisiones que, como he dicho antes, son de un nivel superior a estas.

Y por eso estoy escribiendo. Después de tiempo sin escribir necesitaba de nuevo un espacio, mi espacio. Después de que el fotolo me diga que no soy la kanihaa tras seis años y más de 600 fotos, de las cuales me han borrado más de la mitad. Después de castigar a familiares y amigos con mails mañaneros más largos que mis amados post del fotolo sin que ellos me lo hayan pedido. Después de tanto que ha pasado, voy y me rayo.

Y me rayo y pienso como hacía antes. Voy por la calle y me llevo las manos a la cabeza mientras voy caminando pensando en mis cosas, en la cosa, sin importarme lo más mínimo qué pensará el que va al lado mía en la acera. Estoy rodeada de gente hablando de mil temas pero en mi cabeza solo hay una cosa, la cosa, y ni se nota. Estoy en la cama de una amiga haciendo cosas con el ordenador y tengo mil ganas de levantar la mirada y decirle: tía, estoy rayada. Pero sé que no será nada. Sé que ahora ya nada es nada. Pero me sigo rayando.

Estoy a doce metros de doblar la esquina que me va a llevar por la calle de la ilusión de mi vida (vaya frase anti-yo). Lo que siempre soñé, a lo que siempre me quise dedicar. Quizás no lo consiga, pero al menos estoy a punto de comenzar a recorrer, ahora de verdad, ese camino. Estudiar algo que me gusta, me llena, me apasiona, y no todas estas asignaturas de la carrera que son más para rellenar créditos que para rellenar conocimientos. Pero cuánto más me acerco, más pienso. Y más pienso porque más cerca lo veo.

¿Irme? ¿Por qué no? Ha sido tan fácil estos dos años el decidir irme siempre que tenía oportunidad que se me hace un nudo el ver que ahora me muestro reticente. Sé lo que debo hacer, sé que esto pasará, sé que tomaré la decisión que quiero y debo tomar y sé que voy a estar feliz de haberla tomado. Todo eso lo sé, pero no puedo dejar de pensar. De pensar como hacía antes. De pensar cosas que no están por venir ahora, ni mañana, ni siquiera el mes próximo. Cosas que están por venir, pero que pueden venir o no. Y he aquí la kanihaa de antaño que se rayaba por cosas que ni habían pasado y quizás ni pasarían.

Buen comienzo de semana a todos. Heme aquí de nuevo :)