27 sept 2016

Un minuto de silencio

Corría el año 2010. Octubre. Hacía pocas semanas que había llegado a Bamberg y digamos que yo estaba bien. Estaba más o menos bien excepto por una cosa (quitando que era 2010, dejémoslo que por una sola cosa): me había dejado a Negri en Sevilla.

Negri, para quien no lo sepa, era un vibrador que compré a medias con una novia allá por el año 2007. Bueno, a medias porque las dos fuimos a la tienda, lo que es pagar fue a solas. Tampoco es que lo usáramos a medias porque la verdad es que a ninguna nos gustó mucho tener a un extraño en la cama. Así que Negri, tras dos semanas siendo la novedad, quedó desplazado un tiempo.. hasta que esa novia me dejó y yo descubrí las alegría que un vibrador te da a solas en tu intimidad. Maldito descubrimiento que aún a día de hoy me persigue. Y cuando digo “a solas en tu intimidad” no me refiero a cuando he estado soltera (llamémosle soltera a no ser sexualmente activa que eso, amigas, ha ocurrido pocas veces jajajaj OLE).

Er caso es que corría octubre del 2010 y yo llevaba varias semanas sin Negri, lo que significa que mis amores a mi misma habían bajado de nivel (sí, qué pasa, prefiero un vibrador a mi mano, la verdad). Así que me dije: ¿para qué están las hermanas? Y me fui para Carmenxu: Carmenxu, nos vamos de excursión. A la excursión se apuntaron más personas. La excursión sabíamos que sería divertida. La excursión era, como os podéis imaginar, al sex-shop de Bamberg. Y ahí comenzó un idilio que ha durado casi seis años: Vaiolet.

Vaiolet.

Aún recuerdo cuando llegamos a la residencia, me fui para mi cuarto y le dije a Carmenxu: sayonara beibi. Aunque la alegría me duró poco: Vaiolet venía cansada de tanto viaje (sin batería vaya) y la tuve que poner a cargar a las 8 de la tarde. No diré que me desperté a las 5 de la mañana y, cuando vi que ya estaba ella a tono (cargada) nos dimos todo el amor que pudimos. No lo diré. Ay.

Y desde ahí hasta ahora: Alemania, Sevilla, Bolivia, Madrid, Dominicana.

Y hasta ahora porque son las 5:41 de la mañana y llevo una hora despierta. Una hora despierta y llorando. Una hora despierta, llorando y comentando con gente el dramón que estoy viviendo: Vaiolet ha muerto. Bueno, no seamos como los periodistas de España. Vaiolet no ha muerto, a Vaiolet la han asesinado.

Os cuento: estaba yo dormidita cuando empiezo a escuchar unos ruidos extraños. Aquí durante la noche suenan gallos, vacas, perros, coches, el segurata de enfrente que se sienta en el banco de debajo de mi casa y juega al móvil.. vamos, ruiditos everywhere. Pero estos ruidos extraños no eran everywhere, eran en mi casa. Me incorporo un poco sobresaltada y veo como algo se mueve rápidamente. Mickey, pienso. Sí, hay un ratón que ayer intentó colarse en mi casa un par de veces. Mickey le ha llamado mi hermana Julia. Pero para que Mickey no volviera a entrar puse unas tablas en la puerta de la entrada. Ilusa de mi.

Er caso es que, después de ver como algo se mueve rápidamente, veo que otro algo no se mueve nada. Doy un zapatazo en el suelo para asustarle y que se vaya (sí, prefiero que las cosas se vayan y no verlas y así no tener que enfrentarme a ellas, reflejo de mi vida jaja) pero no se va. Me asusto un poco. Pienso: ¿me está vacilando este ratón de mierda? Se veía grandecito, ¿me saltará y me pegará la rabia? Cojo el móvil dominicano, que es malo y me sirve más bien de poco, pero tiene linterna. En ese momento no era consciente del dramón que se me venía encima. Le doy a la linterna y.. y.. y ahí estaba ella, tirada vilmente en el suelo, abandonada a su suerte, muerta. Brazos en cruz, rodillas al suelo, cabeza al cielo.. NOOOOOOO.. mi grito de desesperación se escuchó en todo el pueblo.

Vaiolet, ¿por qué?

Mickey, ¿por qué?

¿Por qué no unas bragas? ¿Un cable? ¿La pata de una silla? POR QUÉEEEEE

Podéis pensar que exagero, pero nada más lejos de la realidad. Estoy triste. Apenada. Estoy en duelo. Son muchos años, muchas confidencias, son muchas “no pienses en esa joder” que ha tenido que escuchar Vaiolet. Y ella siempre ahí, siempre dispuesta a charlar conmigo. Noche tras noche. Insomnio tras insomnio.

Vaiolet, nunca te olvidaré.