Hace años, justo unas semanas antes de mi viaje a Ecuador, cuatro cooperantes españolas murieron en Perú en un accidente de tráfico. La noticia fue trágica, pero más trágica fue, para mi, la foto que la acompañaba: los cuerpos de las chicas en la parte de atrás de una furgoneta tapados con una manta dejando a la vista los zapatos de las mismas. Me impactó mucho la foto. Mi viaje era inminente y, aunque te puede pasar eso en cualquier lugar, el que fuera el país vecino al que me acogería en días hizo que, de repente, las botas que yo vi en esa foto fueran las mías. Recuerdo perfectamente comentar esto con una amiga, y decirle que qué duro para la familia ver esa imagen.
También por esas fechas, unos jóvenes españoles naufragaron en un río de México. La noticia igualmente me impactó, pero de nuevo me impactó más, muchísimo más, la foto que sacaron cuando encontraron uno de los cuerpos. Recuerdo que era el de una de las hermanas (¡encima! no se te muere una hija, se te mueren dos, y ahí la tienes, expuesta de esa manera) y creo que ni es necesario que os describa la foto. Mucho peor esta que la de Perú de la que he hablado antes; ésta era insensible en su máxima expresión.
Nombro estos dos hechos porque recuerdo perfectamente cómo me llegaron bien adentro esas fotografías que no aportaban nada a la noticia, pero jugaban perfectamente con mis tripas. Mi sensibilidad ya estaba tocada con el titular, no era necesario más.
Y ahora nos situamos en el 2015. Siento que, poco a poco, vamos avanzando en este tema de sacar fotografías morbosas de accidentes y tragedias. Además, me topo con este gráfico sobre la tragedia de Germanwings que comenté con una amiga:
Y me digo: ya sí que sí, ya hemos superado esto de fotografías de cadáveres, sangre y cuerpos vilipendiados. Ahora la crítica va más allá: nos enfadamos de que saquen a los familiares de los fallecidos. Muy bien, periodismo, te felicito.
Pero entonces, a los pocos días, ocurre otra tragedia, esta vez en Kenia, en el que asesinan prácticamente a tantas personas como las fallecidas en el avión. Y de repente nos vuelven a llenar de fotografías de cadáveres, sangre y cuerpos vilipendiados. Porque sí, porque el sacar los cuerpos de los fallecidos, ya sea en Kenia, en Paris o en Madrid, es una vergüenza, porque no es necesario, y porque aquí estamos ya discutiendo si es ético o no sacar a los familiares llorando.
Entonces no me queda otra que pensar que hay muertes de primera y de segunda, cuerpos que no podemos mostrar y cuerpos que sí podemos mostrar. Y no me vale eso de "impactar", "concienciar", etc. ¿Perdona? ¿Tienen que ser cadáveres no blancos para que yo me conciencie, para que me impacte? No, claro que no. Un cadáver es un cadáver, igual que una persona es una persona. Hay límites que debemos respetar, sean de donde sean esas personas.
Y no entro en la cobertura periodística que se le da a unas y a otras tragedias, eso para otro día.
¡Hasta pronto amigos!
* Todas las fotos que he comentado, incluso esas antiguas de Perú o México, las podéis seguir encontrando muy fácilmente tecleando en google las palabras adecuadas. Yo, evidentemente, me niego a ponerlas aquí.

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